
Circunstancialmente yo dejo de ser yo, me convierto en una bestia abyecta, ponzoñosa, un alacrán venenoso, sin la más mínima pretensión de dañar a nadie … y en realidad no daño a nadie, aparte de a mí mismo …

Equilíbrame tú que me conoces bien
que sabes cada detalle
de mi corazón y mi piel ...
Tus pies son mi suicidio…
recorrer tu estructura desde ahí.

Un amanecer contigo
sería una mezcla de piña colada,
vino y agua salada…

Deja la puerta abierta, hoy seremos dos,
derrama tu pasión en mi almohada,
dame una porción a beber,
dormiré temprano, me vestiré de ayer.

Un encuentro contigo,
más que una aventura,
un encuentro casual ...
Temblando una vez más contigo
cobijándome con tu piel,

Cuando soviéticos y estadounidenses se dieron la mano en lo que quedaba de Berlín, en 1945, con Hitler muerto en su bunker y tal cual reza el dicho, “muerto el chucho, muerta la rabia”, era muy pero muy poco, lo que estos “aliados” podían hacer en un futuro con mentalidades políticas tan dispares.

Augusto en Agosto (que todavía no se llamaba como tal sino Sextil, y de eso se trata esa historia), se regodeaba en su reclinatorio en el Palacio Palatino, refrescándose sus imperiales gónadas con hojas de palma que batían esclavos y esclavas númidas (por las dudas, nunca se supo bien para que lado pateaba el tal Octavio Augusto).

Para los Juegos Olímpicos Sídney en el año 2000, el periódico para el que trabajo, me mandó de corresponsal deportivo, a pesar de que mi campo era la política …*