Augusto, a gusto en Agosto (que todavía no se llamaba como tal sino Sextil, y de eso se trata esa historia), se regodeaba en su reclinatorio en el Palacio Palatino, refrescándose sus imperiales gónadas con hojas de palma que batían esclavos y esclavas númidas (por las dudas, nunca se supo bien para que lado pateaba el tal Octavio Augusto).
Hace 45 años todavía estábamos en el siglo pasado. Yo escribía canciones, tocaba en un grupo de Rock, trabajaba medio tiempo en un Blockbuster, todo valía la pena menos nada.
Jacobo G. vivía solo. Trabajaba desde las ocho de la mañana hasta la medianoche, en el área de limpieza de un periódico, sueldo miserable y recompensas peores.
Cornelio y su novia tenían todo, y entonces se casaron. Al hacerlo, los esperaba un futuro cuyo detalle es el siguiente:
el: te querés casar conmigo??
ella: si!!