Augusto en Agosto (que todavía no se llamaba como tal sino Sextil, y de eso se trata esa historia), se regodeaba en su reclinatorio en el Palacio Palatino, refrescándose sus imperiales gónadas con hojas de palma que batían esclavos y esclavas númidas (por las dudas, nunca se supo bien para que lado pateaba el tal Octavio Augusto).
Con el pasar de los años nos vamos dando cuenta de la inminente verdad, sobre como nacimos originales y moriremos siendo copias, lo digo porque recuerdo que hace algunos años acompañé a mi padre a nuestro coloso (Estadio Cuscatlán).
Ya lo habíamos expuesto antes en este blog, es lamentable, el Reino de Valetodo, este país que amamos, donde cada quien hace lo que le da la gana y nadie hace o dice nada, cambia de Rey pero la Corte siguen siendo los maleantes de siempre.
Afrodita, tal como cualquier pasmado sabe (diputados inclusive), era la diosa griega del amor. Los romanos la identificaron más tarde con la antigua diosa itálica Venus. De su nombre se deriva el de “afrodisíacos”.
En el ángulo noroeste de mi habitación, en diagonal a mi cama, hay una cámara de vigilancia de marca Panasonic. Es negra y persistente como un remordimiento; sigilosa y entrometida como una suegra que sospecha algo; memoriosa y tosca como una elefanta.
Nos hemos dado a la tarea, y enhorabuena sea así con mi buen amigo Alex Hasbún, de bucear y dejar documentados los hallazgos de barcos hundidos, frente a nuestras costas.
Tiene dos componentes interesantes