Para amarte no es necesario encontrarte cada mañana a mi lado,
no por el momento, no en este presente ...
para amarte así se necesita valor , para acariciar la humedad
en el silencio , al recordarte o escuchar el sonido de tu voz...
para amarte en este instante, solo cierro mis ojos, y
te encuentro en el viento que hace flotar mis fantasías
en esos besos intensos , que arrancaron gemidos tantas veces...
para amar así se necesita valentía.
Para que en el día a día pueda llevar el secreto de tu nombre en mi piel,
que arrebata la sonrisa en el instante menos esperado,
al acariciar mis labios por descuido, pensando en tu sabor,
en tu esencia de entrega, que aun siento en noches largas,
donde tu llegas como aliciente , a calmar la nostalgia
de lo que hiciste , de lo que meciste en mí, desde ese día
que tus labios buscaron los míos, y nuestros cuerpos
tuvieron la melodía en los deseos para hacer nuestra
una tan sola canción, que llevo de fondo la frase
para amar así se necesita valentía en el corazón....
y fuego de fondo en la piel.
para amarte asi, no se requieren condiciones ,
solamente la voluntad de amar de frente sin temor a ser libre
amando como te amo, , tanto en la presencia como en la ausencia
que acuna el deseo como fuerza de esta pasión,
solo basta tener un corazón valiente,
que supo ocultar tanto para desnudar todo, en la mirada
después del beso más profundo....
La ineptitud, inoperancia, incapacidad y todo lo que empiece con “in” menos ingenio, son características de nuestras oficinas públicas y privadas. La tropicalización de las Leyes de Murphy, elaboradas por el gran sabio Dimas Chuchini (es un maestro de lo tropical con “Guanaco Sólido”), dejan en evidencia la adaptación de algunas de ellas a nuestro país.
Y era lo que solemos llamar … “la novia de todos”, una mujer llena de sueños, cómo explicarlo sin decir la palabra? Realizaba trabajos nocturnos y no precisamente de enfermera en un hospital, alquilaba sus besos y vendía romances en camas de moteles y pensiones…
Las llamas se elevaron hacia el cielo desde docenas de barcos en llamas, creando una pared de humo que se deslizó hacia el Océano Pacífico. El estruendo de la sucesión de múltiples explosiones sacudió el Cuartel General de la Marina en Pearl Harbor … otra vez, dos años y medio después, en 1944.