Esta es una historia muy limpia, pero bastante resbaladiza …
Esta frase era imposible de escuchar antes del siglo 30 a.C, no porque no existiera el amor, sino porque no existía el jabón, así que los pueblos mediterráneos se restregaban la mugre con aceite de oliva, o sea que después de salir del baño, más que a jazmines y flores, uno terminaba oliendo a ensalada …
Allá en la antigua Sumeria, o sea al sur de la Mesopotamia, donde deducimos nace la humanidad, se encontró una inscripción en piedra “Mezclad una parte de potasa con cinco de aceite, con lo que se logrará una pasta que quitará la suciedad del cuerpo mejor que el agua de río”.
Nacía algo parecido al jabón.
Pero en Roma, por ejemplo, tal jabón, o su perfeccionamiento a la mezcla de grasa animal, en aceite de oliva y soda, más ceniza de madera de arce y cal viva (cal viva en la piel?) no fue conocido, porque el comercio fenicio no llegaba hasta la zona …
Así que los romanos se restregaban con una mezcla de piedra pómez y aceite, con lo que uno terminaba casi despellejado pero limpio.
La palabra “jabón” no es oriunda del latín, sino del germano “sapón”, así que los romanos que llamaban “bárbaros sucios” a los germanos, no sabían que eran más limpios que ellos.
“Hay una especie de ungüento grasoso de sebo de cabra y cenizas de haya, que se ponen en el pelo, para untárselo y teñirlo, los pueblos bárbaros le llaman a esto sapón” (Plinio el Viejo)
Bueno, bonito pero no tan barato
Los fenicios, los más activos comerciantes del mundo antiguo, empezaron a llevar el jabón a lo que hoy conocemos como Europa en el siglo IX a.C, se lo vendieron a los celtas y galos, pero era demasiado caro para los pueblos mencionados, así que hicieron lo que hacemos normalmente en el centro de San Salvador y también hacen los chinos: analizarlo y piratearlo.
Así que hasta después los romanos conocieron el jabón, cerca del Siglo II a.C, cuando al comenzar las guerras con los galos, saquearon sus ciudades, diezmaron sus ejércitos, abusaron de sus mujeres y les robaron el jabón.
Galeno, el más conocido médico romano, lo alababa mucho y aseguraba que era una manera natural de eliminar la suciedad del cuerpo, principal fuente de enfermedades … en eso Galeno tenía razón, los romanos, de todas maneras, se bañaban poco …
El jabón llega a España, y así lo recibimos nosotros !!
Para el Siglo VIII, el jabón llega a España (como se bañaban antes los españoles, o si se bañaban, aun es un misterio), se fabricaba en Toledo, y era carísimo, extraer postasa y algas marinas no era cuestión tan simple, se hacía en Génova en Italia y Marsella en Francia y por sus precios resultaba imposible de comprar para los “comunes”, solo para la nobleza …
Sin embargo los reyes y similares no tenían el hábito de la higiene, se echaban perfume pero apestaban, tanto así que cuando al fin adoptan los beneficios del jabón, un satírico escribió en un busto del Rey de Francia:
“Que placer acudir a los salones
donde se regocija la alta sociedad
ya no huelen los señores
a su propia humanidad”
Ácido sulfúrico
Un gran invento, que permitió bajar el precio a los jabones se da en 1791, se logra soda caústica, mezclando algas marinas con ácido sulfúrico.
Así se comienza a universalizar el producto, tanto así que para 1830, con otras mezclas, el inventor belga J. Solvay logra abaratarlo aun más y con eso, se incrementa la higiene y baja la mortandad infantil en Europa.
Para inicios del siglo XX, ya el jabón formaba parte del tocador de cada casa … pero para entonces, la humanidad había pasado bastantes siglos …
… básicamente hedionda.
Todavía nos recuerdo, tu y yo y una amiga del lado de afuera de la puerta de juncos, avisando si alguien venia, tratando de hacer o deshacer el amor frenética y sudorosamente, mientras ahogábamos nuestros gritos y jadeos escuchando Radio Saigón.
Estando desempleado la mente se te llena de ideas unas buenas y otras malas, por no decir que algunas son peores, la desesperación por encontrar otro trabajo me tenía algo agobiado, era obvio que tendría que buscar uno y rápido, ya que la indemnización que me dieron del trabajo anterior estaba por dar sus últimos suspiros.
Aunque no parezca cierto, era una pregunta recurrente de cada uno de mis hijos en sus tiernas edades, cuando sus mentes cándidas no alcanzaban a discernir la verdad, entre toda la fantasía que rodea a la Navidad.