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Old Man Running by Lake Carousel

Lunes, miércoles y viernes voy a correr una hora, religiosamente. El hábito del deporte no ha sido una dificultad nunca en mi fluctuante vida deportiva, pero si un día, no corro por algún motivo, entro en una decadencia inmanejable de irregularidades que acaban con quince libras de más …

Me llamo Ramón, vivo solo, desde el divorcio con mi ex, Carolina, hace ocho años ... de estos tarados que vivimos con la esperanza de un reencuentro ... de película de 1940!

Sin embargo ese viernes, que salí a correr … algo no andaba bien.

“Hay días que no sé para que se levanta uno de la cama ….” – me dije.

Puse la aplicación que me marca el tiempo y los kilómetros recorridos, conecté los auriculares y abrí Spotify para correr con la compañía de The Police. Aflojé un poco los hombros y arranqué.

Hice un movimiento de trote y respondí bien. Tragué un poco de … “Bien”, pensé. “A correr”.

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El recorrido es siempre el mismo, hace un año. Como en casi todo en mi vida, una vez que fijo la rutina a algo, no lo cambio fácilmente. Me conozco cada arbolito, cada parte de concreto rota donde debo saltar, cada posible charco y el tiempo de los semáforos para que nunca me agarren a la mitad de la calle.

Paso por una una especie de laguna,  en medio del parque de la ciudad que me suelo atravesar … ahí chapoteaban dos perros grandes, Samoyedos, jugaban con el agua … se notaban despreocupados, libres … felices.

Yo creo que el problema fue que me distraje demasiado viendo a los perros, que no me dí cuenta, donde metía el pie al correr …

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… mi cuerpo comenzó a trastabillar hacia adelante, pegué que por la música no escuché, pero noté como una mujer delgada, bonita, que venía caminando en sentido contrario, se palidecía sosteniéndose la mandíbula con ambas manos. Mis ciento ochenta libras seguían en proceso de vuelo y uno solo de mis pies me respondía: la colisión era inevitable.

Choque, topetazo, rasguño, golpe, raspón, fricción, arrastrón, corte y fin. Polvo y tos.  Mucho dolor. Había metido el pie izquierdo en una grieta y me había torcido el tobillo. No me podía mover, me tiritaba el posterior de la otra pierna que, al parecer, estaba empezando a acalambrarse. El sudor pasó a ponerse frío mientras empezaba a pensar en mis seres queridos, sentí que me moría.

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No veía bien, no me podía mover …. La mujer guapa pegó un alarido y me miraba de lejos para ver si estaba vivo, a lo que respondí haciendo un gesto con la palma alzada, como que estaba todo en orden.

Su cara de impresión fue lo último que vi, me resultó medio conocida … antes de volver a mi tobillo En eso siento unos gritos:

“Vengan para acá! Felipe! Pelusa!”

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Pelusa? Yo tuve un Samoyedo que se llamaba así, antes de mi divorcio, se lo quedó mi mujer, giré un cuarto mi cabeza hacia atrás y veo como vienen, desencajados, los dos Samoyedos hacia mí. Sus babas se confundían con los pedazos de barro y pasto mojado que volaban. En cinco segundos los tenía encima. Al parecer, en su intuición, mis movimientos y revolcadas habrían sido una invitación para jugar los tres. Comenzaron a babearme desde la oreja, pasando por el cuello, piernas y culo. Ida y vuelta.

El dueño se aproximaba con un galope suave gritando “Noooo… que están todos cagados!”. Ahora entendía el aroma a mierda fresca que me estaba invadiendo y, por ende, mi error de confundir barro con caca. Los dos perros estaban literalmente llenos de materia fecal, por eso los tenían metiéndose a la laguna.

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El dueño se acercó, los enganchó en un pase mágico al collar y de un tirón me los sacó de encima. Quise esbozar una sonrisa, y creo que me salió.

–Perdón. Se me escaparon…

–Está todo bien, son hermosos esos perros –me anticipé, minimizando el pase de comedia.

–Sí, pero encima están todos sucios…

–Viven sucios estos bichos, son muy blancos, se ensucian ahí nomás –agregué mientras me sacaba algunas espinas de la palma de la mano derecha.

El fulano me echó la mano, no podía hacer nada más, me parecía un buen tipo …

El grito de la mujer fue horrible y desgarrador …

–Sebastiaaaaaaaan, idiota, como permitís que llenen de caca al pobre anciano? – Anciano?, Sebastián? … se me empieza a aclarar la vista, esa voz la conozco ….

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–Sebastián pedazo de imbécil, trae los “niños” de regreso así los terminamos de limpiar –escuché que decía la voz femenina .

“No te des vuelta Ramón…” me dije. “Por favor no gires”, continué.

Que difícil me resulta negociar con la curiosidad …

Seguía hablando a mi espalda la joven señora y, obviamente, me di vuelta.

–Ramón? – me dijo ella.

–Hola… –dije haciéndome el sorprendido.

–Estás bien? No te había reconocido. Estás más viej .... gordo? Te golpeaste? –agregó intentando reprimir una sonrisa–. Uh qué olor, los perros te han llenado de cac…

–See…, un golpecito nomás–agregué.

–Ojalá no sea mucho; qué bueno haberte visto, espero que tus cosas estén bien.

–Todo perfecto!

–Bueno… te dejo, Sebastián tiene cosas que hacer.

–Saludos –comenté mientras la veía irse ...

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Carolina, mi ex esposa, y Sebastián, el novio de mi ex … ahora veía todo claro.

Patojeando y con dolor, agarrándome de las paredes … apestando a estiércol, logré regresar a casa.

“Hay días que no sé para que se levanta uno de la cama ….” – me dije.

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