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A pocos días de cumplir sus siete años de edad, Javi le pidió a sus padres, de regalo, lo que más le apasionaba en el mundo: un juego de magia.

 

Sus padres estuvieron de acuerdo y le compraron un juego de magia fenomenal, con galera, capa (que Javi usaría hasta el último acto de su vida) y un montón de naipes con hules, huevos partidos en dos, pañiuelos amarrados unos con otros, y varias cosas que no entendió.

 

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Porque Javi amaba la magia, creía en la magia, no es trucos, esos no los conocía, Javi quería ser mago, hacer magia, no engañar al público …

En esa época, el país recibió una oleada de magos brasileños qe llegaban a tocar suelo nacional, para tratar de sobrevivir y seguir camino a los USA, se llamaban Arturo de Coimbra, Waldemar de Manaus, Rigoberto de Chiaté (después regresarían como jugadores de fútbol y en su tercera versión como pastores evangélicos).

Así que Javi pasó a llamarse Bromuro de Sodio, no sabía donde lo había leído, pero le pareció lo suficientemente portugués y preparó su estreno de magia frente a sus padres y familia …

Sin ningún truco preparado …

 

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Se presentó, tocó con su dio su varita azul la galera, y no me pregunten como ni de donde desde el fondo de la galera salió una paloma, una paloma blanca que voló hacia una ventana y se perdió en la noche ….

Su familia aplaudía rabiosamente, su mamá lloraba de emoción … le preguntaban como había hecho y Javi no respondía …entre otras cosas porque no sabía ….

 

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Pasaron varios años, el mago Bromuro de Sodio no conocía ningún truco. Su número era bien sencillo: golpeaba su galera con una varita azul y luego esperaba que apareciera una paloma.

Naturalmente, la total ausencia de dobles fondos, de mangas amplias y bolsas ocultas, de juegos de manos conducía siempre al mismo resultado desalentador. La paloma no aparecía.

Bromuro de Sodio solía presentarse en teatros humildes y en festivales de barrio, de donde casi siempre lo echaban bajo una salva de insultos.

La verdad es que el hombre creía en la magia, en la verdadera magia. Y en cada actuación, en cada golpe de su varita azul estaba la fervorosa esperanza de un milagro. Él no se contentaba con las técnicas del engaño. Quería que su paloma apareciera realmente otra vez.

 

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Durante largo tiempo lo acompañaron la desilusión y los silbidos. Otro cualquiera hubiera abandonado la lucha. Bromuro de Sodio confiaba.

Una noche se presentó en una velada para recaudar fondos en la Casa Comunal. Otros magos lo habían precedido. Cuando le llegó el turno, dio su clásico golpe con la varita azul. Y desde el fondo de la galera salió una paloma, una paloma blanca que voló hacia una ventana y se perdió en la noche.

 

 

 

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Apenas si lo aplaudieron.

Las muchedumbres prefieren un arte hecho de trampas aparatosas a los milagros puros.

Bromuro de Sodio no volvió a los escenarios. Tal vez siga haciendo aparecer palomas en forma particular … no vaya a ser que ahora que conocía la magia, en su forma pura, se olvidara como era el truco …

 

 

 

 

 

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