Monstruo bicéfalo, angustia recalcitrante, repugnate creación de Satanás, criatura de saliva espesa y pegajosa, monstruo de la incertidumbre, de la intriga, del “nosequevaaserdemimañana”, bestia cruel y hedionda, te expulso y te condeno a vivir eternamente afuera de mis adentros.
Animal, engendro cuadrúpedo de las dudas, del temor, de la inseguridad y del miedo, invento nauseabundo de los que quieren vernos arrastrados, agarrándonos la cabeza de la desesperación por las calles de este país que tanto amamos, leviatán insensato e inquisitivo, de la cual se lucran unos cuantos con el llanto de otros muchos, piltrafas de mierda, vomitivas, les pego una patada en sus soberanos traseros y los remito a vivir afuera de mis adentros.
Engendro procaz del acoso financiero, que desvelas y te robas las pocas horas de paz de nosotros, habitantes de esta tu tierra de la que no sé quién te ha nombrado propietario, espantajo que ahorcas la ya contraída garganta de mis compatriotas y que con “ganas” pretendes timarnos a todos y hacernos creer que todo está bien, cuando la miseria nos va acorralando y lo único que abunda es la escasez de dinero… estafermo usurero y roba sueños, te mando al exilio lejos, afuera de mis adentros…
Porque adentro de mis afueras tengo una enorme necesidad de una minúscula partícula de paz, tranquilidad, decencia y sobretodo… sinceridad, que me es tan difícil encontrar hoy en día, y una irremediable y aflictiva, colosal e imperante necesidad de afecto…
Por eso ratas, monstruos, energúmenos, parásitos, bestias, plagas, ladrones y oportunistas vayan yéndose a donde realmente pertenecen…
O sea… afuera de mis adentros…
Conversaban la niña y un señor muy anciano en un cuarto del hospital, ahí estaba postrado en una cama un hombre, tenía un tubo que salía de su boca éste le ayudaba a respirar, otros tubos de plástico salían de su brazo derecho el cual le inyectaba un suero intravenoso, un aparato registraba su ritmo cardiaco y otro aparato los demás signos vitales; la niña le dijo al anciano:
Alguno de estos junios deberíamos considerar subirnos a la azotea de la Torre Telefónica por ejemplo, abrir los brazos y dejarnos caer al vacío, solo para probar la sensación de ingravidez, la falta de peso, lo más parecido a volar digamos …