Teléfono—Riiiing riiiing...
Mako—¿Hola?
Señorita—¿Con la casa del señor Mako?
Mako —No, con el señor Mako. Las casas rara vez contestan el teléfono.
Señorita—¿El señor Mako, por favor?
Mako —¿Sí?
Señorita—Digo... ¿Se encuentra él?
Mako —Nunca me he perdido a mí mismo.
Señorita—¿Hablo con el señor Mako?
Mako —En este momento sí.
Señorita—Bien, le hablo para avisarle que ha recibido un premio.
Mako —No es cierto.
Señorita—¿Cómo no?
Moc—A mi casa no ha llegado nada, o sea que no he recibido nada,
Señorita—¡...! ...entiendo. No, yo me refiero a que usted ha sido premiado y lo llamo para eso.
Mako —¿El premio era una llamada?
Señorita—No, la llamada es para darle la noticia.
Mako —¿Era un premio o una noticia?
Señorita—Quiero decir... lo llamo para comunicarle esa noticia.
Mako —Bien...
Señorita—...
Mako —... (leve aire de eructo)
Señorita—¿Perdón?
Mako —Démela, deme la noticia.
Señorita—La noticia es el premio.
Mako —El medio es el mensaje.
Señorita—¿Qué?
Mako —Usted dijo una frase y yo le respondí con otra.
Señorita—¿No me va a preguntar de qué se trata?
Mako —¿Quién?
Señorita—El premio...
Mako —¿Está en tratamiento?
Señorita—... disculpe, estoy un poco... confundida, ¿puedo hablarle en otro momento?
Mako —Sólo si marca mi número.
Señorita—Ssí, gracias...
Mako —No, gracias a usted.
Señorita—Al contrario...
Mako —Usted a gracias, no.
Señorita—¡Click! tut tut tut tut.
Mako colgó y esbozó una sonrisa, encendió su habano y anotó una cruz debajo del número 178, 178 vendedores de resorts fantasmas de tiempo compartido, de nichos en cementerios, de libros de auto ayuda, membrecías de farmacia, de derechos de herencia de parientes inventados ….
Su método había dado resultado, tal vez debería imprimirlo y venderlo ….
… por teléfono.
En la puerta de la Iglesia, estaban todos, los amigos, los parientes, algún que otro paracaidista, cada cual compitiendo con el otro al mejor vestido ….
Al mes siguiente, Betty comenzó a soñar. Sus sueños, lo sabía, se referían a lo ocurrido en esas dos horas de desvanecimiento. Veía imágenes sueltas, algunas horrorosas.
Conversaban la niña y un señor muy anciano en un cuarto del hospital, ahí estaba postrado en una cama un hombre, tenía un tubo que salía de su boca éste le ayudaba a respirar, otros tubos de plástico salían de su brazo derecho el cual le inyectaba un suero intravenoso, un aparato registraba su ritmo cardiaco y otro aparato los demás signos vitales; la niña le dijo al anciano: