Según algunas fuentes, Felipe le confiscó a Juana su fortuna y la dejó tan pobre que ni siquiera podía permitirse el lujo de alimentarse. Por esta época, el padre de Juana también acusó a Felipe de ir tan lejos como para encarcelar a Juana. Fernando actuó destrozado por lo mal que Felipe estaba tratando a su hija, pero ojo … tengan en cuenta su falsa indignación …

 

Para 1501, Joanna había dado a luz a tres de los bebés de Philip: Eleonor, Carlos e Isabella, lo que llevó a Felipe a darle a su esposa un gran regalo. Le quitó con frialdad a los niños  y los envió a ser criados por su hermana Margaret en los Países Bajos.

Esta traición rompió el corazón de Juana, pero ella no pidió ayuda a sus padres, por una razón profundamente triste: Juana se sentía demasiado rota. Dijo que ni siquiera podía pensar en su madre sin "derramar lágrimas”.

 

 

 

Isabel la Católica

Incluso aun y cuando  Juana no les escribió a sus padres y les dijo explícitamente: "Ayudenme con mi esposo, es un monstruo, por favor sácame de Flandes", su madre podría decir que algo andaba mal.

La reina Isabel sugirió enérgicamente (léase: exigió) que Juana y Felipe fueran a visitarla a ella y al rey en Castilla. La pareja real se dirigió obedientemente y se mostró ante los Reyes Católicos como carente de problemas.

 

 

 

 

Sin embargo, rápidamente, ambos, se dieron cuenta de que la reina Isabel y el rey Fernando odiaban a su nuevo yerno. Felipe  era arrogante, egoísta y frívolo. Cuando la familia fue a un torneo, el rey y la reina se sintieron asqueados por la forma en que Felipe arrojó sus sobras a la multitud de campesinos y se rieron mientras competían por la comida sobrante.

Desafortunadamente para Juana, en el transcurso de la visita de Felipe a Castilla, las cosas empeoraron.

 

Felipe pega la huida

Con la excusa de Felipe de regresar a su territorio, ya que le había prometido a su pueblo que regresaría dentro de un año, para ser un gobernante bueno y honesto, tenía que cumplir su palabra. Pero solo había un problema con esta razón aparente: Felipe no se apegó exactamente a su historia. Retrasó su regreso festejando en Francia durante meses, dejando en claro que se había ido solo porque no quería tratar con su esposa embarazada.

Esto fue un gran insulto para Juana y su familia.

Juana no se tomó muy bien el abandono de Felipe y, como un oscuro presagio de lo que vendría, se derrumbó mental y físicamente cuando él se fue. La heredera se entregó a la conducta bastante poco real de llorar hasta quedarse dormida todas las noches, rechazar comidas lujosas y arrojar su cuerpo real contra las paredes de su castillo.

 

 

 

Deterioro mental de Juana

Durante el período de abandono de Felipe a su esposa Juana, dio a luz a su segundo hijo varón, Fernando, y parece haberse recuperado lo suficiente como para complacer a su madre, que no la dejaba regresar a Flandes, dejándola encerrada.

Cuando el bebé cumplió un año, Joanna viajó a Flandes y al llegar a casa se encontró con el peor panorama posible: Felipe había tenido una amante interna. Joanna, que no se deja usurpar sin luchar, supuestamente comenzó a cortar el cabello de su rival con unas tijeras. Cuando este acto no logró curar el corazón de Juana, simplemente cortó a tijerazos la cara de la “otra”.

 

 

 

Juana, Reina de Castilla

En noviembre de 1504, la reina Isabel falleció, convirtiendo a Juana en la nueva reina de Castilla. Mientras tanto, su esposo Felipe recibió un honor menor. Se convirtió en rey jure uxoris, lo que significa que solo podría tener poder si Juana era declarada no apta para gobernar.

Algo nos dice que Felipe, hambriento de poder, no estaba contento con esta designación...

Así que Felipe, se alió con su suegro Fernando, para garantizar, que a la muerte o abdicación de Fernando, un hombre fuera Rey de España … o sea Felipe el Hermoso.

 

Como treta, los hombres de Felipe escribieron una nota para que la firmara Juana. Decía que estaba feliz de ceder su reinado a su esposo porque lo amaba mucho.

Como muestra de lo mal que iba su matrimonio, Juana se negó rotundamente a firmar la nota.

En un movimiento aún más hostil, los secuaces de Felipe falsificaron la firma de Juana y enviaron el mensaje de todos modos.

 

 

 

Y así, después de engañar a su esposa y suegros, Felipe finalmente obtuvo lo que quería: la corona. Al ascender al trono, se puso a trabajar y reemplazó a todos en la corte con sus propios secuaces. Pero le duró pocos meses, sucedió algo extraño. Felipe asistió a un banquete, bebió un gran vaso de agua y de repente cayó terriblemente enfermo.

Falleció el 25 de septiembre de 1506 con apenas 28 años.

 

 

 

La causa oficial fue la fiebre tifoidea, pero mucha gente cree que fue envenenado (beber ese vaso de agua justo antes de enfermarse repentinamente). Oficialmente, nadie sabe quién habría envenenado a Felipe, pero extraoficialmente, fue Fernando.

Totalmente, completamente, 100% Fernando.

 

El desquiciado final

Poco después del fallecimiento de Felipe, según los informes, Juana ordenó que exhumaran su cuerpo, abrió el ataúd, saltó a su lado una vez más y besó sus pies queridos. Desde este punto, donde quiera que fuera Juana, también lo hizo el ataúd de Felipe.

Después de viajar por España con el ataúd, el primer acto de Juana como reina regente fue deshacer los nombramientos de Felipe. Sus secuaces fueron despedidos y las personas a las que habían reemplazado volvieron a sus trabajos originales. Pero justo cuando Juana comenzó a liderar España,  adivinen quién vuelve a aparecer?

 

 

 

 

 

Fernando. Se apoderó de Castilla diciendo que era el nuevo gobernador y administrador, pero no se quedó ahí.

Confinó a Juana en el Palacio Real de Tordesillas, casi encarcelando a su propia hija por 11 años!

En 1516, después de toda una vida de ser un gran dolor para literalmente todos, falleció Fernando II de Aragón. No había logrado obtener otro heredero varón de su segunda esposa, por lo que la corona de Aragón pasó a un acuerdo de co-reinado entre Juana y su hijo, el rey Carlos.

 

 

 

 

 

Al menos esa era la teoría. En la práctica, Joanna siguió confinada, dejando el trono a Carlos. Peor aún, resultó que el hijo de Juana era aún más cruel que su padre.

Juana apenas vivió una vida encantada, pero vivió una larga vida, según los estándares de su época. A los 75 años, “Juana la Loca” murió en confinamiento (donde había estado durante décadas) en el Palacio Real de Tordesillas el 12 de abril de 1555.

Fue enterrada junto a sus padres y (por fin) su amado marido traidor, Felipe de Borgoña.