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250px Johann Sebastian Bach

Resulta que el gran profesor Dietrich Buxtehude, aceptó a Johann S. Bach como discípulo, pero le puso como condición, casarse con su hija Margreta. Mucho era el amor de Bach por el órgano y mucha su admiración por el profe … pero la tal Margreta era una solterona sin perspectiva de casarse … tenía ya 30 años !

Por lo cual Johann Sebastian, se dio a la fuga …

30 años y solterona? Por Dios ! La expectativa de vida en el siglo XVII era en promedio de unos 45 años, de modo que a los 30 la dama ya había recorrido el 66 por ciento de su probable existencia sin haber conocido aún varón. Sólo le quedaba un tercio de vida para gozar de señores antes de pasar a gozar de El Señor.

El síndrome de “solteronía” avanzada ha evolucionado desde entonces, menos mal, porque eso de convertirse en esposo/esposa y padre/madre a tan impúberes edades truncaba los deseos de superación académica; en estos siglos la gran mayoría de los que llegaron a nivel de genios murieron solteros (Leonardo Da Vinci, Isaac Newton, Pío Baroja, Beethoven, Galileo etc.) o sea que sin esposa quedaba tiempo para andar inventando, escribiendo o componiendo … música.

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Si tenemos en cuenta que hoy la expectativa de vida en El Salvador es de 64 años (datos de Unicef), vemos con algún alivio que al estado de solteronía sólo se llega a los 42 años y medio. En otras palabras, que si Margreta hubiera vivido aquí y ahora, su padre sólo se habría empezado a preocupar por su situación no marital cuando la niña tuviera 41 años, lo que equivale a decir si Johann Sebastian Bach hubiera sido salvadoreño … no se hubiera dado a la fuga, como “el Chapo”.

 

Volviendo a Margret

Lo curioso es que pocos años antes, el profesor había hecho la misma proposición a Hándel, con idénticos resultados. Y antes de morir, el buen Dietrich logró que el Concejo de Lübeck aprobase un acuerdo según el cual sólo podría tocar el órgano del municipio quien hiciera lo propio con la pobre Margreta.

Finalmente un tipo llamado Johann Christian Sochiefferdecker cerró los ojos, se lanzó en brazos de la hija de Buxtehude y consiguió el cargo oficial de organista. Fue un músico sin brillo, que no obtuvo un cupo en la historia por haber pulsadolas teclas más famosas de Lübeck, sino por haberlo hecho con las de Margreta.

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En América Latina

Solteronas y solterones ha habido siempre.

Pero las solteronas, más que los solterones, han constituido durate siglos una especie de peso en la conciencia de la sociedad.

Pero los tiempos han cambiado.

Desde que la soltería se volvió recuperable, por obra de los jueces y del tribunal de anulaciones de la Santa Madre Iglesia, ya no se huye de ella sino que muchos —por el
contrario— procuran volver al estado de gracia que ella produce.

Durante siglos se miró con pavor, incluso con desconfianza, a la soltería avanzada.
Nadie reparaba que el Papa era soltero y que soltera murió Santa Teresa, sin que los criticaran jamás por ello.

Ya el asunto no es tan “comidilla de hocicones”. Las madres no sufren tanto como solían hacerlo ante la perspectiva de que sus hijas se queden "para vestir santos". Yo, que he estudiado los Santos muchos años, he oído decir que lo difícil no es desvestirlos, sino vestirlos, y por esto entiendo el penoso origen de la expresión.

 

Pero, seamos sinceros. Ya pasó de moda el andarse preocupando por el estado civil de las mayores de 25 años. Conozco señoras que a los 60 han vuelto a ganar su soltería tras un par de matrimonios, y nadie se compadece de ellas. Al contrario: muchas amigas las envidian. Por otra parte, la solteronía ya no significa, necesariamente … castidad.

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Y tengo ejemplos cercanos para decirlo. Tuve un tío solterón que murió hace varios años en presumible celibato. Sus sobrinos, conmovidos, nos acercamos al cementerio esa tarde para que el cortejo no estuviera tan solitario. Tan solitario?

Qué ingenuos: detrás del féretro desfilaron, en llorosa caravana, no menos de seis mujeres que emitían desgarradores gemidos típicos de viudez flamante y una buena colección de jóvenes de diversas edades y tamaños, todos idénticos a mi tío.

Una solteronía bien administrada puede producir más dicha que un mal matrimonio.


Las solteronas y los solterones, pues, son asunto del pasado. Como la Grapette y el alumbrado de gas, pertenecen a otros tiempos. La posibilidad de ser solterón ya no asusta a nadie. Ahora: que si una de mis hijas cumple 30 años y no hay novio a la vista, soy capaz de fundar yo también una academia de música y bautizarla "Dietrich Buxtehude".

Quién quita que le caiga
algún pretendiente...

© Daniel Rucks 2024