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Que mala onda José, que jodida…

Que historia tremenda la tuya, José el de la otra cuadra, tiene encima y carga sobre su espalda los dos virus más terribles del siglo XXI. El virus del VIH y el virus de la desocupación. Así de terrible.

Son como dos grandes terremotos en la vida de José que hasta no hace mucho tenía una vida sencilla, de luchas y alegrías como la de cualquier obrero, trabajando en un taller gráfico, dominando imprenta y offset, buen tipo, gran trabajador.

José hacía 12 años que trabajaba en el taller de esa editorial. Diarios, afiches, el olor a tinta, el ruido de las máquinas, la guillotina que corta el papel, la pausa del mediodía para dos panes y una Coca Cola.

La vida de José el de la otra cuadra, tenía su eje de dignidad y orgullo en el trabajo. José conocía como pocos el arte de la impresión. Hacía chistes: “Yo siempre causo buena impresión”. Durante los almuerzos, cuando sus compañeros sentados en la acera del sol lo elogiaban, el hacía una pausa y con tono burlesco decía: “ Y … son años”. Esa especie de sensibilidad para saber la medida exacta de la tinta, ese tacto increíble que calculaba el gramaje del papel con solo acariciarlo un instante:” Y es oficio”, repetía José orgulloso de su orgullo.

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Un día José se hizo un examen de rutina y apareció el virus. Se quedó frío. Paralizado. Inmediatamente se acordó de ese fin de semana que pasó en una finquita delante de Lourdes, donde hubo de todo … sin protección y en exceso.

Aquel día cuando recibió el resultado, José el de la otra cuadra, lloró como niño. Se odiaba, se maldecía, se preguntaba cómo había podido ser tan estúpido.

Lo más grave fue lo de un médico hijo de mala madre, uno de los pocos que existen. Delante de su jefe en la imprenta le dijo que estaba infectado por el virus del SIDA. Y ahí mismo empezó su lucha por la vida y contra la muerte civil.

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Silenciosamente la discriminación se agazapó para el tiro del final. En forma sigilosa, los dueños de la editorial le fueron otorgando licencias una y otra vez a José el de la otra cuadra.

Lo fueron marginando de su trabajo, del eje alrededor del cual giraba su vida y su orgullo. Un día lo echaron como a un perro. No le permitieron sentir nunca más el aroma de la tinta ni el gramaje del papel, ni el viento de la guillotina cuando baja veloz implacable.

José soñaba con la reincorporación. Presentaba los certificados del alta médica que le habían dado los infectólogos que lo trataban, pero… nada. Por “hache o por be”, José el de la otra cuadra, nunca pudo volver a trabajar.

La empresa pagó la indemnización legal pero condenó a José al destierro. A la muerte civil. A ser un desocupado, un desaparecido de estos tiempos. Si el trabajo dignifica, la desocupación deprime e invisibiliza.

La discriminación es un daño a la integridad humana. Dice, un sabio, que el daño provocado por el aislamiento y la marginación repercute directamente en el estado inmunológico de la persona discriminada. Un magistrado que tuvo que fallar en un caso similar al de José, “despido por infección HIV” no tuvo vergüenza en meterse con los sentimientos, con los dolores del alma. Dijo en su escrito que “semejante castigo a la víctima le provocó padecimientos, una lesión a sus afecciones íntimas, dolor, y angustias sobre la posibilidad de encontrar otro empleo.”

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El arma contra esa discriminación la tenemos todos los salvadoreños, los docentes, los curas, los periodistas, los artistas, todos los que tenemos un lugar para comunicarnos, un púlpito desde donde hablar y dar información. Esa arma es la que estoy disparando ahora. Tiro data, precisiones que destruyen prejuicios y fantasmas. Para eso también sirven estos blogs. Para dinamitar la ignorancia. Para informar y formar. Porque el que ignora, además de ignorante, discrimina lo que no conoce. Teme al vacío y a lo desconocido. La información rigurosa es el arma más poderosa que tenemos en la lucha contra el SIDA.

El 1 de diciembre fue el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA. Está comprobado que la ametralladora informativa sirve para asesinar al virus asesino. Es así: más información menos casos.

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Le doy algunos datos duros de nuestro país. Hoy 26 mil compatriotas viven con SIDA y el 30% no lo sabe. Hay 6.000 hermanos que se infectan cada año. Mil de ellos son menores de 24 años. Deben saber que el test es rápido y gratis. En 20 minutos te dan el resultado. Y que la educación sexual en los colegios y en las familias es fundamental. El virus se ensaña con las defensas del organismo. Y 1.500 personas por año mueren de enfermedades relacionadas con el SIDA. *

Todo eso hay que saber. Y que no contagia. Ni besarse ni compartir la piscina de natación o el pupitre de la escuela. Ni la picada de un zancudo.

Hay que terminar con el estigma. Con tres pastillas por día el enfermo puede mantener una vida absolutamente normal y formar pareja como cualquier hijo de vecino.

Cuando llegue, algún día la vacuna preventiva, José el de la otra cuadra, será reivindicado después de tanto sufrimiento … después de morir dos veces.

 

* ONUSIDA/USAIDS  2014

 

 

 

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